martes, 19 de junio de 2007

Autoritas, autoridad

Te comen las liendres y las hormigas, te caen las piedras desde atrás, ves venir el guantazo, pero no te decides a gritar ni a corregir el curso del problema que se cierne como sal y pimienta sobre tu cabeza antes de de que te devoren los fantasmas, los demonios, los monstruos que te reclaman como plato favorito. No reconoces tu don de mando, no te permites ordenar las huestes que deberías hacer luchar bajo tus órdenes, no les das la mística que sí tienen los rayos que caen del cielo, obedeciendo el designio de las leyes del universo.
Pero tampoco eres parte del miasma que mezcla la suerte con el abandono y deja a la deriva tu sombra, tu nombre y tu pronombre. Pierdes el paso, el camino y el retorno, estás detenido en una orilla entre tu miedo y tu culpa.

Ves una flor amarilla sobre las piedras. Dejas pasar la brisa fría del amanecer. Quieres estar en la montaña que parte en dos a una nube. Tu mirada se va al cielo siguiendo el aleteo de una paloma. Truena un llamado, se quiebra la pared de la fría escarcha que cubre a la yerba. Las patas de un perro cruzan el horizonte, un papel escrito se va abierto hacia el abismo donde regurgita el mar sus olas.

¿Quién puede más? ¿El amor o el esqueleto? ¿El beso o la guadaña?

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